Una vez un burro, que deseaba educarse
sin esfuerzo, encontró en el prado donde pasteaba unos libros que algún niño
descuidado había perdido.
Pensó en comérselos y aprender, de esa
manera, muchas cosas sin trabajo.
Dejando la hierba, se puso a masticar
rápidamente hasta concluir con todos ellos.
Desde ese instante, el orejudo animal
se sintió lleno de sabiduría. Orgulloso, fue donde estaban sus compañeros, a
quienes anunció que les iba a dar algunas lecciones.
Las bestias lo rodearon y esperaron con
atención su palabra, pero el burro permaneció largo rato con la boca abierta
sin saber qué decir, hasta que, por fin dio un rebuzno desagradable y ridículo.
Sus compañeros se burlaron de él, lo
echaron a patadas del prado y lo rechazaron para siempre por su vanidad.
MORALEJA: No
es suficiente leer mucho, sino comprender lo que se lee. El verdadero sabio es
modesto.
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